El cierre del ciclo escolar es uno de los momentos más intensos para los maestros de todos los niveles escolares. Se tienen que hacer evaluaciones finales, entrega de calificaciones, reportes administrativos, revisión de asistencias, organización de actividades de cierre, despedida de grupos, cursos de actualización y un largo etcétera.
El destino de muchos hombres ha dependido de que en su casa paterna hubiera o no, una biblioteca.Edmondo D’ Amicis
Parafraseando a William Shakespeare, diría “lee y cambia tu pensamiento para que también pueda cambiar el mío”, la persona cambia no sólo en función de lo vivido sino también de lo leído y he ahí la urgente necesidad de acompañar y enseñar a leer a las nuevas generaciones. La literatura, la poesía que en ella encontramos nos libera del miedo y del dolor, pues no solo es lenguaje lo que ahí encontramos, es también sentido y vitalidad, ánimo, aliento, vida.
La literatura nos da un dominio y un conocimiento de nuestro lenguaje como ningún otro. La buena literatura (se entiende), nos permite conocer las riquísimas posibilidades que tiene nuestra lengua para poder expresar nuestro pensamiento, para poder matizarlo; esto no es cosa menor porque dominar un lenguaje es poder pensar. La literatura es irremplazable, ella nos da la oportunidad de desarrollar un espíritu crítico, el cual ha hecho avanzar y desarrollar a la humanidad. Leer los buenos libros es armarse de una sensibilidad, un espíritu crítico y una imaginación que contribuye a contrarrestar lo dañino que hay en el mundo violento. Una buena novela nos da la impresión de la vida, nos arropa y acompaña en el transcurso del tiempo. Leer, también es proteína para nuestro cerebro y corazón, ejercita nuestros sentidos y nos entrena para ser mejores observadores y traductores de la vida y las relaciones humanas. Podemos comer chatarra o comida sana, eso lo decidimos y lo promovemos desde casa y en la escuela.
Para hablar de la memoria hemos de “recuperarla” primero, es decir, considero que la velocidad en la que vivimos es tal, que muchas veces no tenemos oportunidad para detenernos a disfrutar, contemplar o reflexionar ante la marea de informaciòn que rebasa nuestra capacidad de elegir y recordar aquello que es importante. En esta situación, considero que los libros son un sitio seguro donde regresar, guardar y mantener aquello que queremos recordar. Leer libros y escribir son dos actividades indispensables para tener y recuperar la memoria colectiva y la propia, la que cada vida aporta de manera sútil y única. Los libros, y sobre todo la lectura de ellos son un testimonio de todo aquello que por veloz no alcanzamos a retener. La infancia tiene derecho de saber esto, debe reconocer el gran invento humano del libro como un objeto, un instrumento y un refugio para evitar el olvido y para resguardar la memoria de lo ocurrido y soñado.
Leer nos permite viajar a través del tiempo, tocar con la punta de los dedos la sabiduría de nuestros ancestros, dijo el notable Carl Sagan, quien reconoció la lectura como un medio para conocer y viajar a las fuentes del saber humano: la descripción, la argumentación y el relato, para entender la historia. Dialogar como lo hacemos día a día, es la antesala de los libros, sí esa actividad diaria, placentera y a veces complicada es parte de ese anhelo de compartir, querer recordar, guardar en nuestra memoria y justo eso son para mí los libros: nuestra memoria extendida (libros de papel y digitales y audios).

El saber es hoy como nunca, una mercancía muy deseable, vivimos en la “era de la información, la comunicación y la tecnología” y por ello, es importante destacar el significado y trascendencia del libro como objeto informático y de saber humano que ha sabido resguardar y comunicar el conocimiento, la sensibilidad y la historia humana; no es casualidad la publicación de obras que rescaan la historia del libro, la historia de las ideas y el papel de la memoria en la civilización, porque memoria y comunicación siempre van de la mano.
A los libros no sólo los leemos, a los libros los resguardamos como esa joya especial heredada por la madre o la abuela y que nos permite reconocernos como parte de una familia, un legado, una historia y un valor que nos identifica. Algunos libros no los hemos vuelto a leer, pero los guardamos porque sabemos que podríamos querer regresar a alguna de sus líneas y tomar aliento para vivir, para entender o reír. Los libros habitan y nos habitan de una manera muy particular como decía Juan José Arreola, nos dan la experiencia de transitar, de ”ir hacia un acto material por una escala espiritual”.
Y todo lo dicho es porque los libros son tan personales como sociales, nos permiten comparar, conocer, contrastar lo que somos con lo que hemos sido o con lo que anhelamos ser. Querer convencer de la importancia de leer y de los libros a veces parece una tarea difícil porque para amar la lectura y por tanto, valorar los libros es indispensable tener la experiencia entrañable – cuando menos una vez en la vida – de haber leìdo un libro y reconocer su voz, su vida, su sabiduría, son las emociones desatadas y toda esa humanidad que merece ser guardada y memorizada. Tal y como nos sucede cuando conocemos personas especiales que nos conmueven con un gesto, una acción, una palabra…así sucede con los libros, por eso son únicos como las personas.
¿Todos los libros merecen ser guardados en la memoria? No lo sé, eso depende de cada persona y como estoy convencida de que las cosas importantes son singulares y algunas veces generales, puedo decir que podemos acordar los mejores libros de literatura pero no los mejores libros para cada persona, eso depende de cada quién y eso, para mí, es genial. No somos una masa, somos una comunidad de personas que se distinguen y valen por sus diferencias, y diré que ese hecho también lo destaca y lo exhibe la literatura y su diversidad.
En estos días es muy importante aprender a organizar toda la información que tenemos a la mano gracias al avance de la tecnología, acceder a la información es fácil pero aprender a interpretar y comprender la misma, es una tarea mucho más fina y complicada que requiere un esfuerzo, el esfuerzo de un lector entrenado, atento al detalle y capaz de discernir entre paja y trigo; poder hacer ésta labor implica formar lectores, acercar la utilidad y el sentido de la lectura y la escritura en nuestra cultura como un ejercicio sumamente importante donde están en juego la memoria, el orden de las cosas, el antes y el después de los sucesos, interpretación de los hechos, historia, criterio y juicio. Todo lo anterior lo podemos aprender y aprehender gracias al legado escrito en los libros, y es por ello que la invitación es acercar, acompañar a las nuevas generaciones en el ejercicio de leer y de escribir porque como diría Salvador Elizondo: Hoy es un día especial, una hora especial, un instante…
