El cierre del ciclo escolar es uno de los momentos más intensos para los maestros de todos los niveles escolares. Se tienen que hacer evaluaciones finales, entrega de calificaciones, reportes administrativos, revisión de asistencias, organización de actividades de cierre, despedida de grupos, cursos de actualización y un largo etcétera.
Hablar de futuro siempre es una apuesta necesaria. Lo es incluso cuando las condiciones y los factores que se pueden tomar en cuenta son poco claros. O muchos más de los que uno desearía. Es necesario porque no hablar de futuro, no pensarlo, es una apuesta segura: es anticipar nada y por ende, afectar directamente los resultados y sobre todo, a las personas.
Cuando hablamos de educación los factores son casi infinitos y las maneras en que los abordamos también. Partir de estos es fundamental para lograr trazar un mapa lo más claro posible sobre la situación que se enfrenta. En mayo de este año, la presentación del “Informe Mundial sobre el Personal Docente” dejó en clara una cosa: la escasez mundial de docentes está poniendo en riesgo el futuro de la educación. Los nuevos datos indican que se necesitarán 44 millones de docentes adicionales para cubrir la educación primaria y secundaria universal en 2030. El dato es frío. Harán falta si las cosas siguen como hasta ahora. Apenas en 2021 la misma UNESCO nos informó que el número de infancias sin escolarizar ascendía entonces a 250 millones. Ambas cifras suponen retos que nunca antes hemos enfrentado.
Si tomamos en cuenta que además estamos viviendo un momento sin precedentes en la historia – no solo relacionado con cuestiones geopolíticas sino también de avances tecnológicos con crecimiento exponencial-, lo más adecuado es trazar desde lo posible evitando cruzar por lo paliativo. Si bien es cierto que la urgencia existe, atenernos a resolverla únicamente es una resolución peligrosa y de corto alcance.

Generar una conversación amplia en torno a esto es más que vital. Nunca antes habíamos tenido la posibilidad de estar en contacto directo con tantas opiniones: hoy es posible que vía plataformas como las redes sociales podamos entablar conversaciones profundas, alimentadas con múltiples posturas y por ende, con la posibilidad de ser representativas y con amplitud. Desde ahí, por ejemplo, podemos comenzar a proponer, a preguntar, a unir puntos.
Es vital que imaginemos el futuro del aprendizaje en colectivo: que lo hagamos tejiendo las voces de quienes lo viven hoy para poder anticiparnos a las complejidades que cruzarán a quienes atiendan a los procesos educativos a corto, mediano y largo plazo. Si bien es cierto que es evidente la reestructura de los modelos educativos, lo que tenemos de cierto ahora es la posibilidad de extender el aula y lo que ésta conlleva. Es momento de hacerlo. Es posible.
