El cierre del ciclo escolar es uno de los momentos más intensos para los maestros de todos los niveles escolares. Se tienen que hacer evaluaciones finales, entrega de calificaciones, reportes administrativos, revisión de asistencias, organización de actividades de cierre, despedida de grupos, cursos de actualización y un largo etcétera.
El inicio de un nuevo ciclo escolar es un momento clave para establecer las bases de una sana convivencia en la escuela. Las primeras experiencias dentro del aula no solo influyen en lo académico, también en el ambiente emocional que acompañará al grupo durante todo el periodo de aprendizaje. Un entorno que favorezca la confianza, la comunicación y el respeto, permite que los errores se perciban como parte natural del aprendizaje y que cada estudiante se sienta bien al convivir con su grupo.
En ese sentido, algunas investigaciones señalan que contar con vínculos seguros en el aula elevan la motivación, la participación y el desempeño académico (Cohen, 2006; Jennings & Greenberg, 2009). Otros señalan que disponer de acuerdos claros desde el inicio disminuye la probabilidad de conflictos, favorece la autorregulación y fortalece el bienestar socioemocional (CASEL, 2020). Por lo anterior, el dedicar tiempo a establecer normas y estrategias de cuidado ayuda a garantizar mejores condiciones para un aprendizaje de calidad.
El informe del Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning (CASEL, 2020) señala que los programas educativos que priorizan la seguridad emocional muestran mejoras significativas en la conducta prosocial y una reducción de hasta el 11% en problemas de conducta en las escuelas. Asimismo, Jennings y Greenberg (2009) indican que el docente actúa como un regulador emocional en el aula, de modo que sus acciones y actitudes iniciales determinan la disposición del grupo para aprender durante todo el curso.
Bajo esa misma lógica, Marzano (2017) señala que las reglas construidas de manera conjunta con los estudiantes aumentan el compromiso y la percepción de justicia, factores decisivos para la confianza mutua. Este planteamiento parte de la idea de que cuando las normas se imponen de manera unilateral por el docente, los estudiantes tienden a cumplirlas solo por obligación o temor a la sanción. En contraste, cuando se abre un espacio de diálogo para que el grupo proponga, discuta y llegue a un acuerdo sobre las reglas de convivencia, surge un sentido de corresponsabilidad que fortalece la cohesión y la motivación.
Partiendo de todo lo señalado, resulta relevante plantear estrategias que permitan construir vínculos y acuerdos en el aula, tales como las que se indican a continuación:
1. Dinámicas de presentación y escucha activa
Dedica los primeros días a actividades de presentación donde cada estudiante comparta aspectos de su identidad, intereses o expectativas. No solo lo habitual sobre su nombre o pasatiempos, sino algo que permita conocerlos de una forma particular, por ejemplo: ¿qué artista le gusta más y por qué se identifica con sus canciones?, ¿qué película vio en vacaciones y qué mensaje le dejó?, ¿cómo le muestra respeto a los demás? Esto no solo rompe el hielo, también valida la diversidad del grupo y promueve la escucha activa entre todos los integrantes del mismo.
2. Construcción colectiva de acuerdos
Propicia un espacio en el que los estudiantes participen activamente en la definición de las normas que guiarán la vida del aula. Cuando las reglas surgen de sus propias propuestas, dejan de sentirse como órdenes externas y se convierten en compromisos compartidos que fortalecen la responsabilidad individual y colectiva. Para que resulten efectivos, es importante que los acuerdos sean claros, breves y formulados de manera positiva, utilizando la primera persona, ya que esto facilita la apropiación personal, por ejemplo: “Me comprometo a escuchar con atención cuando alguien habla”, “Me expreso con respeto y escucho a los demás”, “Cuido el material y los recursos que usamos en clase”, pero también sugiere acuerdos novedosos del tipo: “Si alguien no sabe usar un material y yo sí, me comprometo a apoyarlo”, “Incluyo a mis compañeros en las actividades divertidas” o “Si un compañero no entendió bien el tema y yo sí, intentaré ayudarle”. No olvides que son solo sugerencias, tú podrás identificar las que mejor se adapten a tu salón y sus necesidades.

3. Espacios para la expresión emocional
Dedicar unos minutos a identificar cómo se sienten los estudiantes antes de comenzar la jornada favorece la autorregulación emocional y la construcción de un clima positivo en el aula. Esta práctica les permite reconocer y expresar sus propios estados de ánimo, al mismo tiempo que les da la oportunidad de escuchar y empatizar con lo que experimentan sus compañeros. No se trata de invertir mucho tiempo, sino de generar un hábito breve y significativo.
Existen diversas estrategias sencillas que pueden implementarse, como el uso de un “semáforo de emociones” (verde para sentirse tranquilo o motivado, amarillo para estar regular, rojo para expresar cansancio o enojo), o la elección de una palabra clave que describa su estado emocional al inicio de la clase.
4. Refuerza con ejemplos positivos cuando los acuerdos se cumplen
Cuando los estudiantes observan que sus comportamientos alineados con las normas reciben atención y valoración, se fortalece la motivación para mantener esas conductas y se fomenta una cultura de convivencia respetuosa.
El refuerzo no implica dar recompensas materiales, sino destacar de manera explícita las actitudes que aportan al clima del grupo. Por ejemplo, señalar: “Noté que esperaste tu turno para hablar, eso permitió que todos pudiéramos escucharnos mejor”, o “Me gustó cómo resolviste el desacuerdo explicando tu punto con respeto”. Estas menciones concretas ayudan al estudiante a identificar claramente qué acciones son valiosas y por qué.
5. Promueve la solución pacífica de conflictos con mediaciones breves
Los desacuerdos forman parte natural de la convivencia en el aula, pero la forma en que se gestionan marca la diferencia en el clima del grupo. Implementar mediaciones breves ayuda a que los estudiantes aprendan a expresar sus puntos de vista con respeto, escuchar al otro y llegar a acuerdos sin necesidad de recurrir a sanciones inmediatas.
Estas mediaciones no requieren procesos largos ni formales; pueden consistir en un espacio de pocos minutos en el que el docente facilita el diálogo entre las partes involucradas. La clave está en establecer reglas simples: hablar por turnos, usar un lenguaje respetuoso y enfocarse en buscar soluciones en lugar de culpas. Por ejemplo, el docente puede guiar con preguntas como: “¿Qué sucedió?”, “¿Cómo te sentiste?”, “¿Qué necesitan para resolverlo?”.
6. Finalmente, revisa y ajusta los acuerdos de forma periódica con el grupo.
Un aula emocionalmente segura no aparece por sí sola; depende de las acciones intencionadas que tomes como docente en los primeros días de clase. Dedicar tiempo a construir vínculos y a establecer acuerdos de convivencia no significa retrasar los contenidos, sino asegurar el fundamento de todo lo demás: la confianza mutua. Cuando tus estudiantes saben que sus opiniones cuentan y que existe un ambiente de respeto compartido, se sienten con la libertad de aprender, crear y participar sin miedo.
Tal como lo afirma Cohen (2006), un clima escolar seguro y solidario es la base de una educación efectiva. Por eso, no subestimes los primeros encuentros: son la oportunidad para sembrar la seguridad emocional que acompañará al grupo durante el resto del ciclo escolar.

Referencias
- CASEL. (2020). What is SEL? Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning. https://casel.org/what-is-sel/
- Cohen, J. (2006). Social, emotional, ethical, and academic education: Creating a climate for learning, participation in democracy, and well-being. Harvard Educational Review, 76(2), 201–237. https://doi.org/10.17763/haer.76.2.j44854x1524644vn
- Jennings, P. A., & Greenberg, M. T. (2009). The prosocial classroom: Teacher social and emotional competence in relation to student and classroom outcomes. Review of Educational Research, 79(1), 491–525. https://doi.org/10.3102/0034654308325693
- Marzano, R. J. (2017). The new art and science of teaching. Solution Tree Press.