
- INICIO
- CONÓCENOS
- SM Educamos
- Profesores
- Familias
- SALA DE PRENSA
- EVENTOS
- BLOG
- ¿Tienes dudas? Te ayudamos
- CATÁLOGO
- English
- Español
El padre de Celia está cansado de repetirle lo mismo a su hija. Se suceden las discusiones para que cumpla con sus responsabilidades, para que recoja su habitación...
—¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes la ropa sucia en el cesto? ¿No me escuchas?
—Celia, ¡qué cabeza!... ¡La compra sin colocar!
—¿Se te va a caer algún anillo si ponemos la mesa entre los dos?
—¡Qué pocilga de habitación!
Si el padre de Celia tiene que discutir a diario por estas cuestiones, seguramente no está utilizando la mejor estrategia.
Entonces... ¿qué proponemos?
—¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes la ropa sucia en el cesto? ¿No me escuchas?
—Celia, deja la ropa sucia en el cesto, que voy a poner una lavadora.
—Celia, ¡qué cabeza!... ¡La compra sin colocar!
—Celia, coloca la compra; si no, se van a estropear los yogures y no podrás tomar postre esta noche.
—¿Se te va a caer algún anillo si ponemos la mesa entre los dos?
—Celia, por favor, ayúdame a poner la mesa mientras acabo de preparar la cena.
—¡Qué pocilga de habitación!
—Celia, por favor, arregla la habitación antes de conectarte con tu profesora.