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Imagínate que tu hija en estos días quiere ponerse los patines en casa. No quieres porque además de que pueden dañar el suelo, molesta a los vecinos que viven justo debajo y le dices:
—Ni hablar, Sonia. En casa no se pueden usar los patines porque vas a molestar a los vecinos.
Sonia es muy insistente y, finalmente, logra convencerte. Después de un rato, recibes una llamada del vecino diciéndote que están intentado estudiar y hay un ruido horrible en el techo. Tú, sin demora, te apresuras a replicar en voz alta:
—¡Lo ves, te lo dije!
En situaciones como esta es comprensible que nos enfademos. Sin embargo, en lugar de acusar y reñir directamente, deberíamos esperar hasta que estuviéramos lo suficientemente tranquilos para hablar.
Después, podemos aprovechar la situación para favorecer el aprendizaje diciéndole, por ejemplo: "¿Qué has aprendido?, ¿qué vas a hacer la próxima vez?".
María es madre de dos hijos. Tiene mucho trabajo y ahora lo hace desde casa y, cuando termina, lo último que le apetece es discutir con ellos. Como solo quiere estar bien con los dos, jamás los riñe y les permite hacer lo que quieren.
¿Qué consecuencias tendrá este tipo de educación cuando los niños lleguen a la adolescencia? Hay que tener cuidado si "ser feliz" se traduce en evitar los conflictos a toda costa.