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Para lograr un adecuado desarrollo de las habilidades emocionales de nuestros hijos es necesario poner los cimientos desde el propio hogar. ¿Cómo educar a nuestros hijos? ¿Qué transmitirles? ¿Cómo comportarnos con ellos? En definitiva, ¿cuál es nuestra misión?
Siendo conscientes de "para qué" o "por qué" hacemos lo que hacemos, afrontaremos con mayor satisfacción los desafíos de ser padre o madre.
Para descubrirla, utilizaremos un poderoso recurso: el cuento.
Había una vez (porque todos los cuentos empiezan así) un hombre que iba caminando por la calle. Se encontró una zona en obras donde había varios albañiles trabajando. Se acercó a uno y le preguntó:
—Buenos días, buen hombre. Perdone que le interrumpa, ¿qué está haciendo?
El obrero le contestó:
—¿No lo ve? Estoy poniendo ladrillos.
A continuación, el hombre se despidió dándole las gracias. Un poco más adelante, se encontró con otro albañil. Igualmente, se acercó a él y le preguntó:
—Buenos días, buen hombre. Perdone que le interrumpa, ¿qué está haciendo?
El trabajador le contestó:
—¿No lo ve? Estoy levantando paredes.
A continuación, el hombre se despidió, no sin antes darle las gracias. Continuó caminando y se encontró con otro obrero. De nuevo, se acercó a él y le preguntó:
—Buenos días, buen hombre. Perdone que le interrumpa, ¿qué está haciendo?
El albañil le contestó:
—¿No lo ve? ¡Estoy construyendo una catedral!
Para levantar una catedral hay que poner ladrillos, uno a uno, de forma ordenada, con paciencia y siguiendo un plan de construcción.
En cambio, si somos conscientes de que varias paredes finalmente formarán "una catedral", asumiremos nuestra tarea con otra actitud y con fuerza renovada, porque seremos conscientes del sentido que tiene nuestro esfuerzo.
No debemos olvidar que cada "catedral" es distinta y que en la construcción hay momentos difíciles en los que quizá tengamos que derribar paredes para volver a construirlas.
Más que "construir" a nuestros hijos, lo que hacemos es ayudarles a madurar y a desarrollarse, pero no según nuestros gustos o preferencias, sino como personas con una identidad y proyección propias.
A raíz del cuento anterior, nos podemos remitir a nuestra propia experiencia y responder a las siguientes preguntas:
Si solo vemos el ladrillo que estamos poniendo, corremos el peligro de que la educación nos resulte tremendamente pesada, aburrida y poco agradecida a corto plazo.